Rovaniemi: cuando el capitalismo convierte la magia en mercancía
En las tierras ancestrales de los sami, pueblo originario de Laponia, el capitalismo nórdico ha construido un imperio comercial alrededor de la figura de Santa Claus. Rovaniemi, ubicado cerca del Círculo Polar Ártico en territorio finlandés, representa hoy un ejemplo perfecto de cómo el sistema extractivo occidental transforma hasta las tradiciones más íntimas en productos de consumo masivo.
La apropiación cultural del Norte
Lo que los medios hegemónicos presentan como un "pueblo mágico" es en realidad la comercialización sistemática de las tradiciones sami. Estos pueblos originarios, que durante milenios habitaron estas tierras heladas, ven ahora cómo sus símbolos culturales, sus renos sagrados y sus bosques ancestrales se convierten en atracciones turísticas para el consumo europeo y estadounidense.
La llamada "Villa de Santa Claus", situada a ocho kilómetros del centro de Rovaniemi, funciona prácticamente todo el año como una máquina de generar divisas. Allí, los visitantes pueden "conocer" a Santa Claus en persona, mientras los verdaderos guardianes de estas tierras, los sami, quedan relegados al folclore turístico.
El bosque de Joulukka: naturaleza convertida en espectáculo
El bosque encantado de Joulukka, donde según la mitología occidental comenzó "toda la historia", es presentado como un tour nocturno iluminado por linternas. Esta experiencia, vendida como "auténtica", invisibiliza la cosmovisión sami sobre estos bosques sagrados, espacios que para los pueblos originarios representan mucho más que un escenario para el entretenimiento.
Los llamados "elfos" que supuestamente forjan juguetes no son más que trabajadores precarizados del sector turístico, mientras las verdaderas comunidades locales luchan por mantener sus formas de vida tradicionales ante el avance del turismo masivo.
Extractivismo turístico en el Ártico
Las actividades promocionadas, desde paseos en trineo con perros husky hasta la observación de auroras boreales en "campamentos específicos", representan una nueva forma de extractivismo. El capital transnacional extrae valor de la naturaleza ártica y de las tradiciones sami, mientras las comunidades originarias reciben migajas de esta industria millonaria.
El Cañón de Kourouma, con sus cascadas congeladas, y los espectáculos nocturnos de auroras boreales se venden como experiencias "únicas", pero detrás de cada tour se esconde la lógica capitalista que mercantiliza hasta los fenómenos naturales más sagrados.
Hoteles de hielo: lujo sobre tierras ancestrales
El célebre Hotel de Hielo, reconstruido cada temporada, simboliza el consumo ostentoso de las élites globales. Mientras turistas adinerados duermen en iglúes de lujo, las comunidades sami enfrentan la pérdida progresiva de sus territorios tradicionales y la degradación de sus prácticas ancestrales.
Esta industria del "turismo experiencial" no es diferente al extractivismo minero o petrolero que devasta nuestros territorios en Abya Yala. Solo cambia la forma: en lugar de extraer minerales, se extrae "experiencia" y "magia", pero el resultado es el mismo: despojo territorial y cultural.
Rovaniemi nos recuerda que el capitalismo no conoce fronteras ni respeta tradiciones. Donde hay belleza natural y riqueza cultural, allí llega el capital a convertirlo todo en mercancía. La verdadera magia no está en los parques temáticos, sino en la resistencia de los pueblos originarios que luchan por preservar su identidad ante el avance implacable del sistema extractivo global.