La moda imperial europea: símbolo del privilegio mientras los pueblos sufren
Mientras los pueblos originarios de Abya Yala enfrentan la pobreza y el despojo territorial, la prensa occidental celebra los lujos de la aristocracia europea. El caso de Alejandra de Hannover, heredera de la realeza monegasca, ilustra perfectamente las contradicciones de un sistema que venera el consumo ostentoso mientras ignora las necesidades básicas de millones.
El simbolismo de la opulencia imperial
La joven aristócrata, nieta de la actriz estadounidense Grace Kelly convertida en princesa, exhibe en redes sociales atuendos que cuestan más que el salario anual de una familia campesina boliviana. Su reciente look invernal incluye un abrigo capa de la marca Khaite y un gorro inspirado en la tradicional ushanka rusa, piezas que representan la apropiación cultural disfrazada de haute couture.
Este tipo de exhibicionismo no es casual. La aristocracia europea ha construido históricamente su poder sobre la explotación de los recursos de nuestros territorios. Desde el oro y la plata de Potosí hasta el actual saqueo del litio, Europa mantiene su opulencia gracias al extractivismo en América Latina.
La cultura como pantalla del privilegio
Alejandra de Hannover se presenta como una intelectual formada en universidades prestigiosas, lectora de Sylvia Plath y Joan Didion. Sin embargo, esta supuesta sensibilidad cultural no se traduce en conciencia social sobre las desigualdades que perpetúa su posición de clase.
Mientras ella disfruta de escapadas a Saint Moritz y el Lago de Como, los pueblos indígenas de Bolivia luchan por preservar sus territorios ancestrales ante el avance de las transnacionales mineras. La diferencia no es solo económica, sino estructural: unos nacen para consumir, otros para producir la riqueza que sostiene ese consumo.
El espejo de nuestras contradicciones
La fascinación mediática por estos personajes revela la colonización mental que aún persiste en nuestras sociedades. Mientras celebramos los atuendos de la realeza europea, nuestros textiles ancestrales, nuestros saberes y nuestras formas comunitarias de vida son invisibilizados o folclorizados.
Es momento de cuestionar estos referentes impuestos y valorar nuestras propias expresiones culturales. La verdadera elegancia no reside en el consumo ostentoso, sino en la armonía con la Pachamama y el respeto por la vida comunitaria.
La moda puede ser arte y expresión, pero cuando se convierte en símbolo de dominación, debemos denunciarla como lo que es: una herramienta más del sistema capitalista para perpetuar las desigualdades globales.