Barcelona: El capitalismo inmobiliario condena a 730.000 personas a la exclusión habitacional
En el corazón de una Europa que se jacta de sus valores democráticos, Barcelona revela la cruda realidad del sistema capitalista extractivo: una de cada cuatro personas sufre las consecuencias de un modelo económico que convierte la vivienda en mercancía especulativa, afectando a 225.000 hogares y más de 730.000 personas.
El informe Foessa 2025, elaborado por Cáritas Diocesana de Barcelona y presentado recientemente, desnuda las contradicciones de un sistema que prioriza el lucro por encima de los derechos humanos fundamentales. Los datos son contundentes y reflejan una realidad que trasciende las fronteras catalanas para convertirse en símbolo de la crisis habitacional que atraviesa toda Europa.
La trampa de la precariedad estructural
Amèlia de Juan, jefa del Área Social de Cáritas Barcelona, señaló que el 37,7% de la población diocesana vive en situación de "integración precaria", un eufemismo que oculta la realidad de un modelo económico excluyente. "Tener una vivienda digna y asequible parece que sea cuestión de suerte", denunció De Juan, evidenciando cómo el derecho fundamental a la vivienda se ha convertido en privilegio de clase.
La investigación revela que más del 15% de la población cae en pobreza severa tras pagar la vivienda, confirmando que el alquiler se ha transformado en una "trampa de pobreza" sistemática. Esta realidad golpea especialmente a los sectores más vulnerables: la población extranjera enfrenta tasas de exclusión 2,4 veces superiores, mientras que uno de cada cuatro menores vive en exclusión social.
El trabajo ya no garantiza dignidad
Uno de los aspectos más reveladores del informe es que más de la mitad (57,5%) de las personas en exclusión social pertenecen a hogares donde alguien trabaja. Esta paradoja expone la falacia del discurso meritocrático neoliberal: el trabajo asalariado ya no es garantía de una vida digna en el capitalismo tardío.
Para los jóvenes, la situación es aún más dramática. Con una tasa de desempleo del 14,5%, frente al 8,5% general, De Juan sentenció que "la meritocracia se está convirtiendo en una broma de mal gusto". Los extranjeros enfrentan un panorama igualmente desalentador, con un desempleo del 12,1% comparado con el 6,8% de la población con nacionalidad española.
Hacia una alternativa comunitaria
A pesar del panorama desolador, el estudio revela signos esperanzadores de conciencia social colectiva. Dos tercios de la población considera que la administración debería destinar más recursos a servicios sociales, mientras que cerca del 60% estaría dispuesta a pagar más impuestos a cambio de mejores prestaciones públicas.
Eduard Sala, director de Cáritas Barcelona, destacó que ocho de cada diez personas reconocen que los beneficiarios de ayudas sociales "las necesitan para vivir", desmintiendo los prejuicios clasistas que alimenta la propaganda neoliberal.
El arzobispo Joan Josep Omella, citando al papa Francisco, denunció la "globalización de la indiferencia" como causa estructural de esta crisis, aunque su análisis se queda corto al no identificar las raíces sistémicas del problema en el modelo capitalista extractivo.
Barcelona se convierte así en espejo de una crisis continental, donde el derecho a la ciudad y a una vivienda digna chocan frontalmente con los intereses del capital inmobiliario transnacional. La respuesta no puede ser individual ni caritativa: requiere una transformación estructural hacia modelos de democracia comunitaria que pongan la vida en el centro, no el beneficio especulativo.